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Paul Valéry

Nacido en el sudeste francés hacia fines del siglo XIX, Paul Valéry es uno de los personaje clave del ambiente intelectual de entreguerras. Escritor, poeta, ensayista, conferencista y tal vez filósofo, la variedad de sus temas, que van desde la pintura hasta la medicina, y el rigor casi obsesivo con el que los trató hicieron de él un héroe intelectual de su época, admirado por intelectuales como Theodor Adorno y Jacques Derrida. Entre sus obras se cuentan La velada con Monsieur Teste, La joven Parca, Degas Danza Dibujo y El cementerio marino. Aquí ofrecemos una selección inédita del traductor Luis Felipe Alarcón.

Literatura

Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, lo húmedo, las bestias, el tiempo. Y su propio contenido.

Los pensamientos, las emociones totalmente desnudas son tan débiles como los hombres totalmente desnudos.

Hay que vestirlos, entonces.

El pensamiento tiene los dos sexos: se fecunda y se carga a sí mismo.

Preámbulo

La existencia de la poesía es esencialmente negable, de lo que puede derivarse tentaciones cercanas al orgullo.

– En ese punto, se parece a Dios mismo.

Se puede ser sordo respecto a ella, ciego respecto a Él. Las consecuencias son insensibles.

Pero lo que todo el mundo puede negar, y que nosotros queremos que sea, se hace centro y poderoso símbolo de nuestra razón de ser nosotros mismos.

Un poema debe ser una fiesta del Intelecto. No puede ser otra cosa.

Fiesta: un juego, pero solemne, pero reglado, pero significativo; imagen de lo que de ordinario no somos, del estado en el que los esfuerzos son ritmos, compensados.

Algo se celebra al cumplirlo o representarlo en su más bello y puro estado.

Aquí, la facultad del lenguaje y su fenómeno inverso, la comprensión, la identidad de las cosas que este separa. Se alejan sus miserias, sus debilidades, su cotidiano. Se organiza todo lo posible del lenguaje.

La fiesta termina, no debe quedar nada. Cenizas, guirnaldas pisoteadas.

En el poeta:
La oreja habla,
La boca escucha;
Es la inteligencia, el despertar, que da a luz y sueña;
Es el sueño que ve claro;

Son la imagen y el fantasma quienes miran,
Son la falta y la laguna quienes crean.

La mayoría de los hombres tiene una idea tan vaga de la poesía que esa misma vaguedad de su idea es para ellos la definición de la poesía.

La poesía

Es el intento de representar, o de restituir, a través de los medios del lenguaje articulado, esas cosas o esa cosa que oscuramente tratan de expresar los gritos, las lágrimas, las caricias, los besos, los suspiros, etc., y que parecen querer expresar los objetos en aquello que les da la apariencia de vida o de supuesto propósito.

Esa cosa no es definible de otra manera. Tiene la naturaleza de esa energía que se derrocha en responder a lo que es…

El pensamiento debe estar escondido en el verso como lo está la virtud nutritiva en un fruto. Un fruto es alimento, pero parece solo una delicia. Solo se percibe placer, pero se recibe una sustancia. El encantamiento encubre el alimento insensible que este lleva consigo.

La poesía no es más que la literatura reducida a lo esencial de su principio activo. Se la ha purgado de los ídolos de toda índole y de las ilusiones realistas, del equívoco posible entre el lenguaje de la «verdad» y el lenguaje de la «creación”», etc.

Y ese rol casi creador, ficticio del lenguaje (que tiene origen práctico y verídico) se ha vuelto lo más evidente gracias a la fragilidad o lo arbitrario del tema.

A un poema, el tema le es tan ajeno e importante como para un hombre lo es su nombre.

Algunos, poetas incluso, y poetas buenos, ven en la poesía una ocupación de arbitrario lujo, una industria especial que puede ser o no ser, florecer o perecer. Podrían suprimirse los perfumistas, los licoristas, etc.

Otros ven en ella el fenómeno de una propiedad o de una actividad muy esencial, profundamente ligada a la situación de intimidad entre el conocimiento, la duración, las perturbaciones y las aportaciones escondidas, la memoria, el sueño, etc.

Mientras que el interés de los escritos en prosa está como fuera de ellos mismos y nace del consumo del texto, el interés de los poemas ni los abandona ni puede alejarse de ellos.

La Poesía es una sobrevivencia.

Poesía, en una época de simplificación del lenguaje, de alteración de las formas, de insensibilidad respecto a él, de especialización, es cosa preservada. Quiero decir que hoy no se inventariarían los versos. Ni, por otro lado, los ritos de todo tipo.

Poeta es también quien busca el sistema inteligible e imaginable, cuya formaría parte de un bello accidente de lenguaje: tal palabra, tal armonía de palabras, tal movimiento sintáctico, tal entrada, que ha encontrado, despertado, hallado por azar y, por su naturaleza de poeta, ha notado.

El lirismo es el desarrollo de una exclamación.

El lirismo es el género de poesía que supone la voz en acción, la voz directamente salida de (o provocada por) las cosas que uno ve o siente como presentes.

Pasa que el espíritu le pide a alguna fuente o divinidad escondida la poesía, o la continuación de esta.

Pero la oreja pide tal sonido, cuando el espíritu pide tal palabra, cuyo sonido no es conforme al deseo de la oreja.

Durante mucho, mucho tiempo, la voz humana fue la base y la condición de la literatura. La presencia de la voz explica la literatura primera, donde la clásica tomó su forma y ese admirable temperamento. Todo el cuerpo humano presente bajo la voz, y soporte, condición de equilibrio de la idea

Vino un día en el que se supo leer los ojos sin deletrear, sin escuchar, y la literatura fue totalmente alterada.

Evolución de lo articulado a la ocurrencia, de lo ritmado y concatenado a lo instantáneo, de lo que soporta y exige un auditorio a lo que soporta y arrastra un ojo rápido, ávido, libre sobre una página.

Voz, Poesía

Las cualidades que pueden enunciarse respecto a una voz humana son las mismas que deben estudiarse y darse en la poesía.

Y el «magnetismo» de la voz debe transponerse a la alianza misteriosa y extra-justa de las ideas o de las palabras.

La continuidad del sonido agradable es esencial.

La idea de Inspiración contiene estas otras: Lo que no cuesta nada es lo que más valor tiene.

Lo que más valor tiene no debe costar nada.

Y esta: Glorificarse más de lo que se es menos responsable.

A la mínima tachadura se arruina el principio de inspiración total. La inteligencia borra lo que el dios ha imprudentemente creado. Hay que darle una parte entonces, so pena de producir monstruos. ¿Pero quién hará el reparto? Si es ella, entonces es reina; si no es ella, ¿será entonces una potencia totalmente ciega?

Ese gran poeta no es más que un cerebro lleno de desprecios. Unos lo tornan bueno y ejecutan los extraños saltos del genio. Otros, que no difieren de aquellos, parecen tal como son, tonterías y juegos de azar. Es cuando quiere reflexionar sobre los primeros y extraer sus consecuencias.

Qué vergüenza escribir sin saber qué son el lenguaje, el verbo, las metáforas, los cambios de ideas, de tono, o sin concebir la estructura de la duración de la obra ni las condiciones de su fin. Apenas el porqué, ¡y para nada el cómo! Sonrojarse de ser la Pitonisa…

Retórica

La antigua retórica miraba como ornamentos y artificios esas figuras y relaciones que los refinamientos sucesivos de la poesía han dado a conocer como lo esencial de su objeto, y que los progresos del análisis algún día descubrirán que son efecto de propiedades profundas, o de eso que podríamos llamar: sensibilidad formal.

Dos tipos de versos: los versos dados y los versos calculados.

Los versos calculados son que aquellos que se presentan necesariamente bajo la forma de problemas por resolver y que tienen como condiciones iniciales, primero, los versos dados, y luego la rima, la sintaxis, el sentido ya implicados en ellos.

Incluso en prosa, siempre somos conducidos y obligados a escribir aquello que no hemos querido y que lo que queríamos quiere.

Verso. La idea vaga, la intención, el numeroso impulso evocador quebrándose en formas regulares, en defensas invencibles de la prosodia convencional, engendra cosas nuevas y figuras imprevistas. Hay consecuencias impresionantes de ese choque de la voluntad y el sentimiento contra lo insensible de las convenciones.

La rima tiene el mérito de poner furiosa a la gente simple, que ingenuamente cree que hay en el cielo algo más importante que una convención. Tienen la creencia ingenua de que algún pensamiento puede ser más profundo, más duradero… que una convención cualquiera…

No hay allí ni el más mínimo acuerdo con la rima, por lo que acaricia menos dulcemente el oído.

La Rima constituye una ley independiente del sujeto y es comparable a un reloj exterior.

El abuso, la multiplicidad de imágenes produce en el ojo del espíritu un desorden incompatible con el tono. Todo se iguala en el parpadeo.

Es imposible construir un poema que solo contenga poesía.

Si una pieza solo contiene poesía, no está construida, no es un poema.

La fantasía, si se fortifica y dura un poco, se forja órganos, principios, leyes, formas, etc., medios para prolongarse, asegurarse. La improvisación se concerta, lo improvisado se organiza porque nada puede durar, nada se afirma y traspasa el instante si no se produce lo que hace falta para sumar los instantes.

Dignidad del verso: si una sola palabra falta, impide todo.

Una cierta perturbación de la memoria hace venir una palabra que no es la correcta, pero que se vuelve la mejor sin por ello desamparar. Esa palabra hace escuela, esa perturbación se vuelve sistema, superstición, etc.

Una feliz corrección, una solución improvisada se declara gracias a un brusco golpe de vista a la página descontenta y abandonada.

Todo se despierta. Habíamos empezado mal. Todo reverdece.

La nueva solución destraba una palabra importante, la vuelve libre. Como en el ajedrez, un golpe libera ese alfil o ese peón que ahora va a poder actuar.

Sin ese golpe, la obra no era.

Gracia a ese golpe, inmediatamente es.

Una obra cuya conclusión (el juicio que la declara terminada está únicamente subordinado a la condición de que nos guste) no está nunca concluida. Tiene la inestabilidad esencial del juicio que compara el último estado con el estado final, el novissimum con el ultimatum.

El modelo de comparación es siempre inconstante.

Una cosa lograda es la transformación de una cosa fallida.

Una cosa fallida solo falla, entonces, por abandono.

Clásico

A los antiguos el mundo celeste les parecía más ordenado de lo que nos parece a nosotros. Les parecía, así, totalmente distinto al nuestro. No concebían reciprocidad alguna en la relación de esos mundos entre sí.

El mundo terrestre les parecía terriblemente poco ordenado.

Lo que les impactaba era el azar, la libertad, el capricho (porque el azar es la libertad de las cosas, la impresión que tenemos de la pluralidad y de la diferencia de las soluciones).

El Fatum era cosa vaga, que a la larga y en su conjunto se imponía (como la ley de los grandes números), pero eran posibles súplicas, sacrificios, prácticas.

El hombre tenía aún cierto poder en los casos en que su acción directa se muestra inaplicable.

Y entonces poner orden le parecía divino.

Lo que distingue al arte griego del arte oriental es que este solo se encarga de dar placer, mientras que el griego busca alcanzar la belleza, es decir, dar a las cosas una forma que haga pensar en el orden universal, en la sabiduría divina, en la dominación a través del intelecto, todas cosas que no existen en la naturaleza cercana, tangible, dada, completamente hecha de accidentes.

Supersticiones literarias

Llamo así a todas las creencias que tienen en común el olvido de la condición verbal de la literatura.

Como existencia y psicología de los personajes, esos vivientes sin entrañas.

Observación. El atrevimiento impúdico en las artes (lo que puede tolerarse públicamente) crece en razón inversa a la precisión de las imágenes. No hay dúos amorosos en la pintura pública.

En música, todo está permitido.

La vida del hombre está comprendida entre dos géneros literarios. Se comienza escribiendo los deseos y se termina escribiendo las Memorias.

Se sale de la literatura y se vuelve a ella.

Llamo bello libro al que me da una idea más noble y más profunda del lenguaje. Así como ver un bello cuerpo ennoblece nuestra idea de la vida.

Esta manera de sentir lleva a juzgar la literatura en general, y cada libro en particular, según lo que suponen o sugieren de presencia y de libertad de espíritu, de consciencia, de coordinación y de posesión del universo de las palabras.

El «escritor»: dice siempre más y menos de lo que piensa.

Le quita y le pone a su pensamiento.

Lo que finalmente escribe no corresponde a ningún pensamiento real.

Es más rico y menos rico. Más largo y más breve. Más claro y más oscuro.

Por eso, quien pretende reconstituir un autor a partir de su obra, construye necesariamente un personaje imaginario.

Las impresiones de un mono serían hoy de gran valor literario. Y si el mono las firmara con nombre de hombre, sería un hombre de genio.

Un hombre de inteligencia profunda e implacable, ¿podría interesarse en la literatura? ¿Desde qué punto de vista? ¿En qué lugar de su espíritu la pondría?

Construirle un pequeño monumento a cada una de sus dificultades. Un pequeño templo a cada pregunta.

Su estela a cada enigma.